Cuando uno piensa en un plato fresquito para el verano,
enseguida se le viene a la cabeza el
salmorejo.
Símbolo de Córdoba, es una sopa fría muy sencilla de hacer; sólo lleva tomate, miga de pan,
aceite, vinagre, ajo y sal.
Pero, ¿sabías que en
su origen no incluía el tomate?
Al principio consistía sólo en una bebida de agua y vinagre
en la que mojar pan y que, al parecer, era muy habitual entre los soldados romanos.
En la época árabe se siguió haciendo algo parecido hasta dar
lugar a la mazamorra o salmorejo blanco,
que todavía se puede tomar en algunas regiones de Andalucía.
Al ser un plato barato y sencillo, se popularizó su consumo
entre la gente humilde.
Pero su característico color rojo no llegaría hasta finales
del siglo XIX.
Recordemos, claro, que el tomate procede de América, por lo
que no se conoció en nuestro continente hasta el siglo XVI.
El salmorejo se
extendió fuera de Andalucía a lo largo del siglo pasado y, dado que se toma
frío, se convirtió en una receta típica del verano.
Aunque bueno, en Jurucha
nos gusta tanto… ¡que lo servimos
todo el año!
Además, no sólo está rico, sino que es muy sano.
Los tomates son
una fuente natural de antioxidantes y ayudan a prevenir muchos tipos de cáncer.
El ajo es antiinflamatorio,
diurético, antiséptico… Y el aceite de
oliva es parte imprescindible de nuestra dieta mediterránea por sus
propiedades beneficiosas para la salud.
Así que ya sabes, si tienes antojo de algo rico y nutritivo,
ven a probar nuestro salmorejo en
cualquier época del año.
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